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Random thoughts from an unconventional Spaniard in the States

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Romance del espejo esférico y el Aleph

"O God, I could be bounded in a nutshell, and count myself a
king of infinite space—were it not that I have bad dreams."
Hamlet Act 2, scene 2

Hace cosa de un mes, Kirai hablaba en su blog de un experimento llevado a cabo por un grupo de japoneses en el que estos exploraban la posibilidad de crear un espejo esférico, una especie de bola recubierta de espejo por dentro, y trataban de averiguar lo que se podría llegar a sentir al meterse en su interior.



La idea en si me pareció apasionante e hizo volar mi imaginación. Desde pequeñito, siempre me ha fascinado el modo en que dos espejos enfrentados son capaces de repetir una imagen hasta el infinito. Quizás por ello, la idea de una superficie especular a modo de envolvente desborda mis sentidos. Varias ideas invaden mi mente:

  • Por un lado, la transición de una simple superposición de planos a una superficie esférica “continua” puede verse como un límite en el que el número de planos utilizados para recubrir la esfera tiende a infinito. Desde esta perspectiva, el logro es escalofriante: un infinito que se repite un número infinito de veces.

  • Por otro lado, al observar el experimento de los japoneses, siempre acabo cayendo en una especie de principio de incertidumbre similar en espíritu al de Heisenberg. En efecto, el centro de la esfera es un punto singular desde el cual un objeto se vería reflejado en todas direcciones de manera simultánea, pero ¿como capturar dichos reflejos sin entorpecer su trayectoria? Cuenta Kirai que el escritor japonés Rampo Edogawa habia imaginado el encontrarse dentro de la esfera como una experiencia terrorífica e infernal. Yo me atrevería a poner en duda esta hipótesis, ya que en mi opinión – y dejando a un lado la inevitable sensación de claustrofobia – tanto el juego de perspectivas como el consabido teorema de Asnovsky (en virtud del cual la carne de burro no se transparenta) obrarían a nuestro favor y nos ayudarían a mantener la cordura impidiéndonos el salto al mundo de lo imposible.

  • Finalmente, es inevitable la referencia a Jorge Luis Borges, gran enamorado del infinito. En su obra “El Aleph”, Borges habla de un punto que contiene todos los puntos, un punto en el que cada cosa es infinitas cosas y puede ser vista desde todos los puntos del universo. ¿Tal vez el centro de nuestra esfera? Da vértigo solo de pensarlo, pero la recompensa podría ser grandiosa. Biyección entre alma y ser. La eternidad resumida en un solo instante. Infinita locura.

" Entonces vi el Aleph.

Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, [...] vi la noche y el día contemporáneo, [...] vi un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, [...] vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo."


(fragmento de El Aleph, de Jorge Luis Borges.
Imagen por cortes
ía de http://www.hermeticsoft.com)

Read More 3 comments | Posted by Nanauat | edit post

3 comments

  1. Anonymous on 6:36 AM

    Pacoooo.. leyendo a Kirai? bad boy... es que acostarse a las 4 am es desquiciante, verdad?

    Escucha: estaba viendo una entevista a Juan José Millás porque, como sabes, acaba de ganar el Planeta. El premio está desprestigiado, pero Millás es soberbio.
    Bien: el tema del libro, que se llama "El Mundo", es la historia de un chico (él), que escapa de una calle, la de su niñez, para salir de ese asfixiante mundo.
    La clave de la historia es que el resto del mundo y la vida adulta, es en realidad una expansión de esa calle, donde está contenida toda la vida. Luego no puede escapar del "mundo", no puede escapar de esa calle. esa calle es el mundo y vuelve a él una y otra vez.
    Como ya habrás adivinado, esa calle es (al menos hay) un aleph.
    Él es muy borgiano en sí.

     
  2. Nanauat on 11:24 AM

    Ay, Tadeo… que mal te veo! (Perdón, pero no he podido evitar el comentario, claramente nacido del mas recio folklore arancetano ;-)

    Sí, había oído hablar del ultimo libro de Millas. Manda huevos que siendo un colaborador habitual de “El Pais” haya decidido titular “El Mundo” a su libro, para más inri ganador del Planeta. En fin, me quedo con la referencia. Muy interesante observar como Borges sigue mas presente que nunca en nuestros días.

    Al mencionar “la calle de su niñez” y “el mundo asfixiante”, me has recordado una canción de Silvio, que precisamente se llama “Mi calle”:

    “Yo no sé por qué son tan blancas
    las altas ventanas que miran al cielo.
    En mi calle el mundo no habla
    la gente se mira y se pasa con miedo.
    […]

    Yo no sé por qué estoy mirando
    por qué estoy amando,
    por qué estoy viviendo

    Yo no sé por qué estoy llorando
    por qué estoy cantando,
    por qué estoy muriendo”

    http://www.youtube.com/watch?v=bmbYvXTbBvM

     
  3. Anonymous on 11:58 AM

    estás hecho todo un House MD :-D
    Aunque estuve en Tadeo hace poco y los vi muy bien :-))

    De todas formas ya sabía que sabías de mi debilidad por, precisamente, ese cuento de borges con nombre de persona.

    Lo de "el mundo": qué pillín!

    con esas cosas es mejor no bromear, q aquí la cosa está que arde.
    Como ZP no gane en las próximas habrá que emigrar a... por ejemplo, Baltimore (por decir un sitio).

    Sí, a mí tb m e gusta esa canción de silvio... más temas para la troika mortal (q tendrá q ser en sábado o cena el viernes).
    Ánimo con el jet-lag.

     


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