Hace una semana, cuando Bardem ganó el óscar, me llamó mucho la atención unas declaraciones en las que daba a entender que para él era casi tan importante recibir el óscar como ver a su madre emocionada mientras lo recogía. Dijo que quería que su madre llorase, “Y ha llorado” declaró contentísimo tras recoger el premio. La verdad, es que yo creo que a todos nos gusta que se nos reconozcan nuestros méritos y que se valore nuestro trabajo. Sin embargo, conviene no confundir los verdaderos premios con la simple condecoración; a veces, las recompensas más valiosas que obtenemos en la vida son también las que pasan más desapercibidas para los demás, las más íntimas. Cuando los demás no miran - y tarde o temprano siempre dejan de mirar - los premios tienen únicamente el valor que cada uno quiere darles, o quizás dicho con mayor propiedad, el valor que cada uno siente que realmente les debe dar. Cuando uno se queda a solas consigo mismo, lo superficial siempre sabe a poco.
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Mi poesía y mi vida han transcurrido como un río americano, como un torrente de aguas de Chile, nacidas en la profundidad secreta de las montañas australes, dirigiendo sin cesar hacia una salida marina el movimiento de sus corrientes. Mi poesía no rechazó nada de lo que pudo traer en su caudal; aceptó la pasión, desarrolló el misterio, y se abrió paso entre los corazones del pueblo.
Me tocó padecer y luchar, amar y cantar; me tocaron en el reparto del mundo, el triunfo y la derrota, probé el gusto del pan y el de la sangre. ¿Qué más quiere un poeta? Y todas las alternativas, desde el llanto hasta los besos, desde la soledad hasta el pueblo, perviven en mi poesía, actúan en ella porque he vivido para mi poesía, y mi poesía ha sustentado mis luchas. Y si muchos premios he alcanzado, premios fugaces como mariposas de polen fugitivo, he alcanzado un premio mayor, un premio que muchos desdeñan pero que es en realidad para muchos inalcanzable. He llegado a través de una dura lección de estética y de búsqueda, a través de los laberintos de la palabra escrita, a ser poeta de mi pueblo. Mi premio es ése, no los libros y los poemas traducidos o los libros escritos para describir o disecar mis palabras. Mi premio es ese momento grave de mi vida cuando en el fondo del carbón de Lota, a pleno sol en la calichera abrasada, desde el socavón del pique ha subido un hombre como si ascendiera desde el infierno, con la cara transformada por el trabajo terrible, con los ojos enrojecidos por el polvo y, alargándome la mano endurecida, esa mano que lleva el mapa de la pampa en sus durezas y en sus arrugas, me ha dicho, con ojos brillantes: "te conocía desde hace mucho tiempo, hermano". Ese es el laurel de mi poesía, ese agujero en la pampa terrible, de donde sale un obrero a quien el viento y la noche y las estrellas de Chile le han dicho muchas veces: "no estás solo; hay un poeta que piensa en tus dolores".
Has dado en el clavo, Paco!
"a veces, las recompensas más valiosas que obtenemos en la vida son también las que pasan más desapercibidas para los demás, las más íntimas. Cuando los demás no miran - y tarde o temprano siempre dejan de mirar - los premios tienen únicamente el valor que cada uno quiere darles (...). Cuando uno se queda a solas consigo mismo, lo superficial siempre sabe a poco".
Es impresionante este párrafo: por qué no estudiaste filosofía? ya da igual, porque te estás convirtiendo en un filósofo, lo que, a su vez es, como ya dijiste una vez, parte del destino de todo hombre al volverse más él mismo con el transcurrir del tiempo. Pues ahí lo tienes.
Respecto a la última frase: qué poco nos contemplamos a nosotros mismos en soledad. Somos lo que nosotros creemos que somos o conocemos de nosotros mismos? lo que dicen los demás que somos? un crisol de todo lo anterior? dónde queda el nosce te impsum griego? nunca llegaremos a conocernos del todo, como ya dejó claro Freud?
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Tadeo, ese párrafo es de Pablo Neruda, no de Paco (aunque no dudo de su capacidad, jajaja).
Un saludo one more time Paco.
PD: De vez en cuando leo un email que me enviastes hace bastante tiempo, le tengo imprimido en la habitacion, se llama algo así como "Deep in the woods"
Carlos
Gracias Carlos-Passani, pero después de recorrer unas cuantas Ítacas, recordarás que:
"la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero".
;-)
Gracias por los comentarios, Tadeo y Carlos.
No conozco casi nada de Agamenón (más allá de la visión caricaturesca que ofrecen de él en “Troya”), pero en principio me cae mejor su porquero (aunque sólo sea por mi sana afición al jamón serrano). Además, me da la impresión de que, en realidad, si Machado levantara la cabeza, tendería también a ponerse del lado del más humilde… aunque claro, cuando uno escribe versos para la posteridad, conviene cuidar las formas! ;-)
Un abrazo!
p.s. A modo de aclaración, la parte del post escrita en color azul es de mi cosecha, la parte en gris que aparece debajo de los asteriscos es de mi siempre admirado Neruda.