After spending the night in one of the hotels right outside the entrance of the National Park, we woke up really early (5.30ish) to go for a mule ride. The idea is simple: follow a trail which starts at the very edge of the Canyon (known as “Bright Angel Trail”) and which takes you down to Plateau Point, which is a spot from which you can enjoy a scenic view of the Colorado River running 1,300 feet below. The ride to Plateau Point takes around 3 hours, and of course you need about the same amount of time to ride back up to the starting point.
Tras pasar la noche en uno de los hoteles que están justo a la entrada del Parque Nacional, del Gran Cañón nos tocó darnos un madrugón para ir a montar en mula. La idea es la siguiente: recorrer un sendero (conocido por el nombre "Bright Angel trail"o sendero del Angel Brillante) que empieza en uno de los bordes del Cañón y que desciende hasta el Plateau Point, una especie de mirador desde el que se ve una bonita panorámica del río Colorado. Para llegar al Plateau Point hay que pasar alrededor de tres horas a lomos de la mula, y luego hay que contar con un poco más de tiempo para volver al punto de partida.
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Aunque en principio lo de dar un paseo en mula puede parecer aburrido y poco emocionante, la verdad es que una vez que estás allí y ves el estrecho camino por el que las mulas van recorriendo los desfiladeros te das cuenta de la magnitud del reto. Como el jefe de la empresa que gestiona las mulas nos dijo durante la charla de más de una hora que nos dio antes de empezar el viaje, “Esto no es un paseíto en poni de los de Disneylandia”. Al parecer, la gente lleva utilizando mulas para llegar a lugares de difícil acceso en el Cañón desde hace más de 100 años. Se trata de un animal que se adapta muy bien a este propósito por su fuerza, su resistencia y su paso firme y seguro. Como prueba de la antigüedad de los descensos en mula, hay fotos que muestran al presidente americano Theodore Roosevelt recorriendo el Brigth Angel trail hacia principios del siglo pasado.
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At the beginning, the goal was to transport miners and materials to the bottom of the Canyon and back up. However, someone decided at some point that the actual trip would make a great tourist attraction on its own. It seems that there have never been any casualties in spite of the hundreds of tourists that have ridden the mules ever since, but animals are still animals and they can always have unpredicted reactions: that is why everyone is asked to sign a release form assuming the risks involved in the activity.
Al principio, las mulas se usaban para transportar a los mineros que trabajaban en el Cañón, así como para el transporte de materiales. Llegó un momento en que alguien se dio cuenta de lo atractiva que la actividad podía resultar para los turistas y se decidió explotarla con tal fin. Parece ser que nunca ha habido ninguna muerte de turistas por accidentes relacionados directamente con las mulas, pero no dejan de ser animales al fin y al cabo y, como tales, sus reacciones no se pueden prever con total certeza. Por esta razón, antes de montar todos los participantes deben firmar un contrato por el que eximen de responsabilidad en caso de accidente a la empresa que organiza la actividad.
The trip is a rough, hard and bumpy one. It is exhausting and physically demanding. Everybody is asked to wear long trousers, closed shoes, a hat and long-sleeved shirts to protect from the sunburn and, more importantly, to avoid dehydration. Also, riders are constantly reminded to drink from a water canteen (a real “bota” made in Spain, by the way :-) precisely for the same reason. The experience, in any case, is truly amazing and well worth all the trouble. The views are breathtaking and the feeling as you ride along the sharp cliffs while you contemplate the Canyon from within is simply unforgettable. Highly recommended.
El viaje es duro y azaroso; al final, uno acaba reventado despues de tantas horas encima de la mula. Es obligatorio llevar pantalones largos, zapatos cerrados (no sandalias), un sombrero y una camisa de manga larga para protegerse del sol y, sobre todo, para evitar la deshidratación. Además, el guía insiste a cada rato en que los jinetes beban agua de una bota al más puro estilo Curro Romero (de hecho, la bota en cuestión lleva inscrito el distintivo “made in Spain” ;-). En cualquier caso, todo esto merece la pena porque la experiencia es espectacular. Las vistas son impresionantes y las sensaciones que uno experimenta al cabalgar por los desfiladeros mientras contempla el Gran Cañón “desde dentro” son de las que se recuerdan durante toda la vida. Si tenéis ocasión de probarlo, no dejéis pasar la oportunidad.